A los 15 años ya trabajaba de peón de albañil por las tardes mientras estudiaba. Ahí descubrí que todo logro exige esfuerzo y dedicación.
Con 22 años compré mi primer piso y, poco después, decidí cambiar de trabajo, aunque implicara cobrar menos, no tener contrato fijo y no estar relacionado con lo que había estudiado.
Empecé en IVECO en la cadena de soldadura. Después de insistir varias veces, logré entrar en ingeniería de procesos. Allí trabajé diez años y me formé constantemente: ingeniería, mecatrónica, digitalización del mantenimiento, robótica… Mi verdadera pasión: la mejora contínua.
En la fábrica participé en la implantación de World Class Manufacturing, un proyecto que consolidó mi mentalidad innovadora y mi compromiso con la excelencia.